lunes, 17 de septiembre de 2012

El observador


Hace unos meses viví en un piso de estudiantes del centro de la ciudad, una zona llena de restaurantes y cafés; y siempre con las calles hasta arriba de gente.
Compartía el piso junto a unas compañeras que están haciendo la misma carrera universitaria que yo. El apartamento está en uno de los edificios más altos de la zona y desde su amplio balcón podemos disfrutar de unas vistas maravillosas.
Al principio estábamos muy contentos con él, pero con el paso del tiempo nos fuimos arrepintiendo y es que nos sucedía un hecho un poco extraño…
Todas las noches y siempre a la misma hora, entraba por los grandes ventanales del salón una serie de luces. Los primeros días no le dimos importancia, pero al cabo de una semana decidimos investigar un poco.

Las luces provenían de la azotea del edificio de enfrente, que estaba en paralelo con nuestro apartamento.
Una noche, mientras la luz se adueñaba de nosotros, decidimos llamar al portero y hablando con él, nos comentó que era imposible que hubiese alguien en la azotea, ya que el único que tenía acceso a ese lugar era él. Tras pedirle encarecidamente que subiera a comprobarlo conseguimos convencerle y pasó algo muy extraño que mis cristalinos ojos tardaron bastante tiempo en asimilar: conforme el portero abrió la puerta de la azotea, la luz desapareció. Nos comentó que ya habían tenido problemas de este estilo anteriormente.
Estuvimos viviendo en ese piso una semana más, mis amigas no aguantaban que siempre a las 12 de la noche una luz se adueñase de nuestro salón. ¡Empezaban a tener miedo! Así que decidimos mudarnos y ahora estamos muy contentos con nuestro nuevo piso.

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